Cerca del final del libro «La segunda venida», en el cual el filósofo italiano Franco ‘Bifo’ Berardi analiza el ascenso de las nuevas derechas, me encuentro con una sorpresa. El título, como quizás sepan, está tomado de un poema de W. B. Yeats que aquí transcribo, completo, en mi traducción tentativa:

La segunda venida

Girando y girando en una espiral creciente

el halcón ya no oye al halconero;

todo se desmorona; el centro ya no puede retenerlo;

la mera anarquía se desata sobre el mundo,

la marea ensangrentada se desata, y en todas partes

se ahoga la ceremonia de la inocencia;

los mejores carecen de toda convicción, mientras que los peores

 están llenos de apasionada intensidad.

Seguro que alguna revelación es inminente;

seguro que la Segunda Venida es inminente.

 ¡La Segunda Venida! Apenas esas palabras se sueltan

 una vasta imagen del Spiritus Mundi

turba mi vista: en algún lugar, en las arenas del desierto

 una forma con cuerpo de león y cabeza de hombre,

una mirada vacua y despiadada como el sol,

mueve los lentos muslos, mientras a su alrededor

revolotean las sombras de las indignadas aves del desierto.

La oscuridad cae de nuevo; pero ahora sé

que veinte siglos de un sueño de piedra

se turbaron hasta la pesadilla por el mecer de una cuna,

¿Y qué áspera bestia, llegada su hora al fin,

se arrastra hacia Belén para nacer?

Yeats escribió su poema al año de finalizada la Primera Guerra Mundial. Al año de concluida la Segunda, Borges escribe “Deutsches Requiem”, un cuento tal vez influido por este poema de Yeats que expresa una visión similar y cuyo protagonista, el jerarca nazi Otto zur Linde, subdirector de un campo de concentración, hace, en vísperas de su ejecución, análoga profecía: “El mundo se moría de judaísmo y de esa enfermedad del judaísmo, que es la fe de Jesús; nosotros le enseñamos la violencia y la fe de la espada. […] Se cierne ahora sobre el mundo una época implacable […] Lo importante es que rija la violencia, no las serviles timideces cristianas. […] Quienes sepan oírme, comprenderán la historia de Alemania y la futura historia del mundo […] Mañana moriré, pero soy un símbolo de las generaciones del porvenir.”

El texto de Yeats sigue reverberando en otros tiempos y lugares. En 1958, el nigeriano Chinua Achebe publica Things Fall Apart (Todo se desmorona) una novela sobre la devastación que el capitalismo y el colonialismo desatan sobre el modo de vida tradicional nigeriano (en la Argentina actual las cosas no se desmoronan, las están destruyendo deliberada y metódicamente).

Para su encarnación en la Europa actual, Berardi elige una fecha simbólica: agosto de 2016, cuando los refugiados que intentan llegar a la Unión Europea por tierra o por mar son inevitablemente rechazados, encerrados en campos de concentración o –dando menos problemas– se hunden en el mar: “Agosto de 2016 marca un punto de inflexión: a partir de ese momento, lo sentimientos humanitarios son avasallados por el miedo y el resentimiento […] Cuantos más migrantes se ahogan en el mar, cuantas más fotos se publican en los periódicos, más hostiles se vuelven los europeos hacia la inmigración. La angustia y la preocupación prevalecen sobre la compasión, y el racismo crece, mezclado con el autodesprecio y la rabia.”

 Este salto mortal ético y emotivo es paradójico, aunque no inhabitual. No hay odio más puro que el odio a la víctima. La víctima me enfrenta con mi culpa, por el daño que le he causado, por mi indiferencia ante su dolor: aceptarla como otro ser humano sufriente y no hacer nada requiere cierto esfuerzo, puede hasta doler; mucho mejor, más aliviado, es desconfiar de ella, degradarla, escuchar –mejor si lo dicen otros– que se merece lo que le pasa. Las nuevas derechas gritan, vociferan, aúllan en nuestros oídos estas palabras que algo en nosotros ansía escuchar.

“‘Hola todos, yo soy el león’, rugió la bestia en medio de la avenida” era la frase con que Javier Milei iniciaba muchos de sus discursos de campaña. Se ve que le gusta: nos la inflige repetidamente en ese desconsiderado fárrago titulado “El camino del libertario”. La bestia llegó a la Casa Rosada, pero no, todavía, a Belén. Belén está en nuestras mentes y nuestros corazones.

No debe ser casual que tanto Yeats como Borges hayan simbolizado este fin de época con la destrucción del orden cristiano. También Berardi pondera el énfasis puesto por el papa Francisco en la virtud teologal de la caridad. No debe ser casual, tampoco, que la iglesia católica y una buena parte de las evangélicas se hayan pronunciado enfáticamente en contra de este trastocamiento de valores que le propone a todos los argentinos y aun al mundo este gobierno “libertario”. Yeats, Borges y Berardi recurren a estas figuras bíblicas en forma metafórica, Javier Milei en cambio las entiende en sentido literal, proclamándose como un nuevo Moisés. Recientemente tres organizaciones de las iglesias evangélicas dieron a conocer una carta pública cuyo título lo dice todo “No es Moisés… es como el faraón”.

En las páginas finales de su libro, Berardi dice desconfiar de la capacidad de la política para solucionar o aun paliar estos males: “El avance de la ola neorreaccionaria en todo el mundo no es, en mi humilde opinión, un acontecimiento esencialmente político; resulta mucho más entendible como epifenómeno de una mutación antropológica. […] Por lo tanto, no puede ser superada políticamente.”

Uno de los rasgos de esta “mutación antropológica”, propone, es el reemplazo del dominio de los textos, que hacía posible el pensamiento crítico y, con él, la democracia liberal, por la infoestimulación de las redes, que nubla la vista, aturde el oído y nos hacen reaccionar de modo puramente emotivo, o más bien –sugiero– por reflejo condicionado. Su diagnóstico es sin duda, pesimista y tal vez certero. Y sin embargo, mientras sigamos en democracia, no está de más recurrir, mientras sigan disponibles, a las herramientas políticas. Un límite que encuentran estas nuevas derechas es que por ahora siguen funcionando en sistemas democráticos (a diferencia de regímenes como los de Rusia, Corea del Norte, China o Irán, autocracias, tecnocracias o teocracias donde las reglas del juego son otras). En Brasil y en los EE.UU., las elecciones pusieron fin, o en pausa, a los experimentos neorreaccionarios de Bolsonaro y Trump, y aun cuando no haya sucedido aún, queda la esperanza de que hagan lo propio con los de Narendra Modi en India, Benjamin Netanyahu en Israel, Viktor Orbán en Hungría y Javier Milei en Argentina.    

Queda para el futuro el desafío de explicarnos cómo pudimos elegir a semejante energúmeno, y lo que es mucho peor, al sistema de valores que representa, para gobernarnos. La tarea inmediata no requiere esfuerzo alguno, y puede resumirse en tres frases: no votar a los candidatos de Milei. No votar a los candidatos de Milei. No votar a los candidatos de Milei.

Que la bestia no llegue a Belén.

Fuente: Perfil, 19 de julio 2025

https://www.msn.com/es-ar/noticias/argentina/la-segunda-venida/ar-AA1ISYoV?ocid=msedgntp&pc=LCTS&cvid=6d5abddbfdc740a4bb47b85f3d81c88f&ei=14