
El 8 de marzo se movilizaron las mujeres en todo el mundo especialmente en América Latina. Reproducimos una nota del diario El País, en que aparecen algunas de las reivindicaciones de las mujeres en nuestra región, quizá las más auspiciadas por la prensa, pero que no por ello carecen de interés. Ese interés ha crecido sobre todo por la diferencia de su trato entre los países latinoamericanos y por la coincidencia de las políticas actuales que se encarnizan para destruir ciertos derechos ya adquiridos. El avance de los derechos de las mujeres en América es el resultado de décadas de lucha y perseverancia. La situación actual convoca a todxs lxs latinoamericanxs, sea cual fuere su género, a ser parte de una resistencia que no puede entenderse de manera aislada, sino en comunidad.
Eva Barrionuevo, Argentina
La médica, que trabaja en primera línea garantizando el derecho al aborto, cuenta cómo ha crecido la desinformación, la falta de medicamentos y el amedrentamiento de profesionales con el gobierno de Milei: “Sabemos que este derecho no es para siempre y vamos a luchar por él”.
Bamby Salcedo, Estados Unidos
La activista de origen mexicano, que fundó una ONGs en defensa de las personas trans, confía en el poder de la comunidad frente a los desafíos del gobierno de Trump: “Aunque nos maten, no nos podrán extinguir. Somos parte de la humanidad”.
Olga Cantillo, Panamá
La primera presidenta de la Bolsa Latinoamericana de Valores defiende las cuotas como herramienta para acelerar el cambio e incorporar a mujeres en la toma de decisiones, pero también que las empresas asuman su responsabilidad “por convicción y no solo por cumplimiento normativo”.
Gabriela Salas, México
La científica indígena introdujo en Google Translate el náhuatl, un idioma que hablan 1,6 millones de personas en México. Es una firme impulsora del conocimiento y la igualdad en el acceso a la educación: “Es importante que las niñas estudien para ser más libres”.
Katherine Jaramillo, Colombia
La maestra y activista, que combate la explotación sexual de niñas y adolescentes, advierte que, desde la pandemia, ha sido más visible este delito en Colombia. Para luchar contra él, advierte, “el primer paso es dejar de normalizarla”.